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julio 11, 2025

Si esto no es genocidio, ¿qué es?

Por más de un año, me negaba a nombrar como genocidio la guerra de Israel contra Hamás y el reino del terror infligido a los palestinos en Gaza, pero ahora me siento perturbado hasta el fondo del alma por lo que observo. Si lo que veo no es genocidio, entonces no sé qué pueda serlo.

El año pasado, asistí a la ceremonia de graduación de la Facultad de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia. Se eligió a una estudiante árabe para dar un discurso en nombre del alumnado. Primero, habló de su experiencia en la universidad como estudiante, pero después cambió de tema para hablar de la guerra en Gaza. Durante el discurso, invocó la palabra ‘genocidio’ varias veces para referirse a las actividades atroces de Israel y a su arremetida contra Gaza.

En el momento, me encolericé; pensaba que, aunque Israel ha cometido muchos crímenes a lo largo de la guerra contra Hamás, no llegaba al nivel de genocidio. Pero durante los últimos meses, mientras observaba el horror en desarrollo en Gaza–la destrucción masiva de infraestructuras, la matanza indiscriminada de hombres, mujeres y niños, la clara venganza y el castigo realizados por los soldados israelíes, el hambre a la que se le ha sometido a la comunidad entera–no pude evitar llegar a la terrible conclusión de que lo que hace Israel es simplemente genocidio.

En efecto, ¿cómo se explican las muertes de casi 54.000 palestinos, más de la mitad de las cuales son mujeres, niños y ancianos? ¿Cómo se define la destrucción deliberada de hospitales, clínicas, escuelas y vecindarios enteros con miles enterrados bajo los escombros, dejados ahí para pudrirse? ¿Cómo se describen a los soldados israelíes que se jactan del número de palestinos que han matado? ¿Y cómo se etiqueta al gobierno que animaba su meta intencionada de demoler, diezmar y desmontar todo lo que quedara en pie en Gaza?

Mientras escuchaba y observaba el horror en desarrollo día tras día, no podía dejar de llorar, por lo que ha evolucionado frente a mis ojos y frente a los ojos del mundo entero. No obstante, casi nada ha sucedido para poner fin a esta farsa en curso. La guerra continúa, la masacre continúa, el hambre continúa, la destrucción continúa, la venganza y el castigo continúan. Mientras todo esto, hacen que la inhumanidad y la brutalidad estén a la orden del día. Sí, lloré con lágrimas verdaderas, preguntando:

¿Dónde están todos estos israelíes que se han manifestado día tras día para poner en libertad a los 59 rehenes que quedan, pero nunca alzan la voz para parar la matanza de 54.000 palestinos?

¿Dónde están los rabinos que alaban a Dios por ser los elegidos? Me pregunto, ¿Dios ha elegido a los judíos a lisiar, a mutilar, a masacrar y a matar? ¿El Israel que se creó sobre las cenizas de los judíos que perecieron en el Holocausto ahora tiene la justificación moral de cometer genocidio contra hombres, mujeres y niños inocentes?

¿Dónde están los partidos de la oposición en Israel que quedan paralizados y siguen cómodamente adormecidos? ¿Por qué no gritan, chillan y se manifiestan contra un gobierno malvado que destruye la misma base moral de un país que sacrificó su alma en el altar del gobierno más vil en la historia de Israel?

¿Dónde están los académicos, los profesores y los estudiantes que deben defender la instancia moral suprema? ¿Por qué han enterrado sus voces entre los miles de palestinos enterrados bajo los escombros sin rastro?

Y, ¿qué pasó con el supuesto ‘ejército más moral del mundo’, las Fuerzas de Defensa de Israel, que se enorgullecía de defender a su país sólo para convertirse las fuerzas más depravadas que cometen crímenes caracterizados por su crueldad, impiedad y salvajismo atroz? Luchan bajo la bandera falsa de salvar al país de un enemigo mortal cuando, de hecho, destruyen a Israel desde adentro, dejándolo solo para buscar la salvación por generaciones.

Mis padres me inculcaron la importancia de la empatía y la compasión, de echar una mano a los necesitados, de compartir mi comida con los hambrientos y de aprender a nunca odiar a los demás ni despreciarlos. He mantenido estos valores desde la niñez hasta hoy, con el reconocimiento de que estos son los ideales que me han sostenido durante momentos de pérdida, durante momentos de sufrimiento, durante momentos de tristeza, durante momentos de esperanza y durante momentos de angustia, sin saber qué pasaría mañana.

Un día, le pregunté a mi madre, ‘Madre, ¿qué haré con la gente que me odia y que quiere lastimarme solamente por quien soy?’ Meditó un momento, y después dijo, ‘Hijo, si una bestia viene a lastimarte, defiéndete, pero nunca, nunca te vuelvas como ella. Porque si te volvieras como ella, habrías perdido la humanidad, y tendrás poco por qué vivir.’ Y, después de otra pausa breve, me dijo: ‘Recuerda, hijo, que el “ojo por ojo” nos deja ciegos a todos.’

Muchos israelíes me han dicho a la cara que debemos asesinar a cada niño palestino en Gaza, porque cuando crezcan, se volverán terroristas empeñados en aterrorizarnos por toda su vida, y que debemos matarlos para prevenir ese futuro. Qué enfermiza, enloquecida y demente es esa gente. ¿Se le ha ocurrido que lo que hace Israel a los palestinos hoy promueve que la próxima generación de palestinos se convierta en terroristas porque no tiene nada que perder, y vengarse de lo que le ocurrió a su pueblo es la única razón por la que hay que vivir?

Israel ha perdido sus valores judíos, su conciencia, sus morales, su sentido de orden y hasta su propia razón de existir. El ataque salvaje de Hamás contra Israel es inconcebible e inaceptable. Aun así, la reacción israelí a la masacre por parte de Hamás me acordó precisamente de lo que mi madre me enseñó desde el primer día: si una bestia viene a lastimarte, nunca te vuelvas como ella, porque no tendrás nada por qué vivir.

Cuando esta guerra fea llegue a su fin, Israel nunca será lo mismo. Se ha autoestigmatizado por generaciones; ha infligido desdoro irreparable a los judíos en todo el mundo; ha intensificado el aumento del antisemitismo a altos y nuevos niveles; ha traicionado todo lo que sus fundadores representaban. Y sobre todo, ha perdido el alma, y puede que nunca vuelva del abismo.

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